Antonio de la Cierva y Lewita

Fue el segundo Conde de Ballobar, «el conde de Botorrita», desempeñó un papel muy importante en Tierra Santa durante la I Guerra Mundial.

Antonio de la Cierva y Lewita, Conde de Ballobar

Sus dos primeros años de vida los pasó en Viena (1885-86), donde nació, ya que su padre era agregado militar en la embajada de España en esa ciudad, Plácido de la Cierva. Y su madre polaca, de origen judío, Salomé Lewita Finkelstein, convertida al cristianismo antes de su boda, tomó el nombre de María Luisa Fernanda.

Quedó huérfano de madre con dos años. Nueve años despues, su padre se casó con María Luisa de las Heras y Mergelín, natural de Sanlúcar de Barrameda, un amor de juventud que se reencontró muchos años despues. Residieron durante su infancia y juventud en Sanlúcar, Botorrita, Ballobar y Zaragoza.

El título de conde de Ballobar fue concedido por Alfonso XIII en 1890 a su madrastra María Luisa de las Heras por los méritos de su padre, Juan Manuel de Heras y Fernández de Valdespino, que heredó las propiedades y títulos de su primo el marqués de Ariño, (entre ellos el Señorío de Ballobar), Manuel de Pomar y Fernández de Valdespino, falleció soltero y sin descendencia; y este título lo heredó él posteriormente a la muerte de su madrastra en 1906.

Antonio de la Cierva y Lewita, Conde de Ballobar
Foto: Fatima de la Cierva

A los 25 años ingresó en la carrera diplomática. Siendo muy joven y con muy poca experiencia, fue nombrado cónsul en Jerusalén de 1914 a 1919. Fueron, seguramente, los años más difíciles y también más valioso de su carrera profesional. Su misión era mejorar la relación entre España y las autoridades locales, y hacerse cargo de la custodia de los bienes españoles en los Santos Lugares.

Su llegada a Jerusalen coincidió con el inicio de la I Guerra Mundial. Todos las potencias enfrentadas a Turquia retiraron sus representaciones diplomáticas en Jerusalén. España era neutral en este conflicto. Antonio de la Cierva se convirtió en el único protector de los derechos e intereses de los países europeos y americanos en Jerusalén, y en el interlocutor entre británicos y dirigentes del imperio otomano.

Tras la entrada de los britanicos en Jerusalen en 1917, se encargó también de los intereses diplomáticos de Alemania y Austria-Hungría, por este motivo era conocido como “cónsul universal”.

Antonio de la Cierva y Lewita, Conde de Ballobar
Foto: Fatima de la Cierva

Su labor diplomática fue muy importante en esos momentos de conflicto bélico. Defendió los intereses del pueblo judío por indicaciones de los gobiernos estadounidense e inglés, y también de manera particular. Luchó para la conservación del patrimonio cristiano, protegió frente a las autoridades otomanas innumerables bienes, edificaciones y templos cristianos, gestionó acuerdos especiales para proteger templos protestantes del asalto turco y defendió los intereses de la cristiandad.

Llevó a cabo numerosas gestiones políticas y diplomáticas para liberar a religiosos y personalidades judías que habían sido deportados de sus lugares de origen.

Antonio de la Cierva vivió en Madrid hasta su muerte a los 86 años en 1971.

Bibliografía:
https://fundacionaladren.com/content/el-conde-de-ballobar-un-diplom%C3%A1tico-espa%C3%B1ol-en-jerusalem
http://web.psoe.es/izquierdasocialista/docs/511788/page/conde-ballobar-diplomatico-espanol-jerusalem.html
https://www.numendigital.com/antonio-de-la-cierva-y-lewita-el-consul-universal/

Texto y documentación:
Inmaculada Cifuentes, Lda. en Geografía.