Las tiendas en Botorrita

Mis primeros recuerdos son muy vagos, recuerdo bajar de la mano de mi madre a comprar a la tienda de Paquita y Félix, al poco tiempo se fueron a vivir a Zaragoza, y continuó regentando la tienda Braulio, Dolores y también su hija Juanita. Era un ultramarinos que tenía de todo. Ubicada en lo que fue el local de la farmacia hace años y después la oficina de la CAI.

Imagen antigua de la tienda de Pepito
Imagen antigua de la tienda de Pepito.

También estaba la tienda de Pepito muy cerquita. Entre ambas estaba el antiguo edificio del Ayuntamiento, hoy desaparecido, se derribó en los 70 debido a su mala conservación, quedando la calle Mayor tal y como la conocemos ahora. La mayoría del tiempo estaba en la tienda Gloria, y los fines de semana, cuando había mucha gente o libraba Gloria, también atendía Pepito y Loren. Durante algún tiempo pusieron una máquina de chicles en la puerta, eran unas bolas grandes de colores, toda una novedad para los críos. Bajábamos tres escalones y tenían un mostrador a la izquierda, una vitrina enfrente con embutidos, quesos; vendían latas, botellas, fruta y verdura, chuches, hasta tenían objetos de regalo. También un arcón congelador: con todo tipo de congelados, helados, flashes, polos de vainilla y leche con canela hechos por Gloria en verano en unas bandejas de aluminio con unos palillos. Y esos pepinillos que salían de un súper bote que vendían a granel, metía un colador y pescaba los pepinillos… Y cuando algo no tenían, salían corriendo al almacén que tenían fuera para reponerlo. ¿Quién no ha ido a llamar a la puerta de su casa porque ya habían cerrado la tienda?

Justo al lado estuvo la carnicería de la señora Emilia, recuerdo su olor y el color blanco de esas carnicerías de siempre.

Durante un tiempo tuvimos dos panaderías, la de Jesús y Mercedes, que hoy sigue funcionando gracias a sus hijos. Entrabamos a por el pan, magdalenas o tortas directamente donde estaba el horno, no había mostrador como hoy.

A la derecha de la fotografía se ve la puerta de la panadería. Foto: Paquita Pérez
A la derecha de la fotografía se ve la puerta de la panadería. Foto: Paquita Pérez

Y la de Anica y Pepe, que también tuvieron tienda de ultramarinos. Más de una vez pinché la bolsa de leche con el pan, sí, por aquel entonces vendían la leche en bolsas de plástico.

Estos hornos no eran muy antiguos, eran de los años 60. Hubo uno hasta esos años que la mayoría no conocimos. Como Botorrita era un señorío, perteneció al señor del lugar, que era el que recibía las rentas. Con el tiempo pasó a manos privadas, a Domingo Hernández. En lo que es hoy la casa de Joaquín Aranda y Pili García, en la calle Costerón.

Las mujeres tenían que madrugar mucho para preparar la masa del pan en sus casas, la amasaban en la artesa, la dejaban reposar en cestos de mimbre tapada con una manta durante unas horas, le daban la forma deseada para luego llevarla a cocer al horno. Iban por turnos, el hornero le daba a cada una el suyo, procurando hacer coincidir a las que mejor se llevaban, porque a veces tenían que esperar mucho rato. En cada casa se solía cocer pan una vez a la semana. A cambio de la cocción pagaban al hornero, o bien en pan o bien en dinero. También llevaban magdalenas, tortas o bizcochos. Incluso algún otro producto para asar.

Los domingos al mediodía se oía mucho murmullo de gente desde la puerta en el bar de José Hernández, olor a cerveza mezclado con tabaco y vinagres de los aperitivos, … Tenía dos puertas, una daba a la plaza de la Hermandad o de la Herrería (en los años 60 todavía estaba en el local de la Hermandad la herrería o fragua, originariamente también del conde, de ahí su sobrenombre) con una escalera para bajar a la barra, y la otra a la cuesta del frontón. No sé cuánto tiempo estuvo abierto pero los fines de semana estaba a reventar. Los críos nos sentábamos en la puerta de arriba viendo entrar a la gente, nos gustaba mucho esa plaza, porque se jugaba todos los días a futbol aprovechando las acacias como porterías, algunos jugaban y el resto mirábamos y comentábamos el partido.

No había más establecimientos, pero si se podía comprar a los agricultores del pueblo algunas frutas y verduras, ¡que buenos los melocotones de Ignacio y Pilar!, nos los pesaban con la romana en el patio de su casa, muy fresquito en esos veranos super calurosos.

Todos los días bajábamos atardecido a por leche a casa de la Mento, … ¡Sacaba la leche de las cántaras y la medía con dos jarritas…! y al volver a casa girábamos en el aire la lechera deprisa deprisa para que no se cayera ninguna gota de leche. Cuántas veces me dijo mi madre: no lo hagas que se te va a caer, y nunca se cayó.

Casi no lo recuerdo, pero a veces, muy de vez en cuando, salía un olor muy especial de algunos locales de Botorrita, era un olor muy intenso … a vino. La mayor parte del tiempo estaban cerradas sus puertas. Sobre todo, recuerdo dos lugares, uno junto a la panadería en lo que es hoy la casa de Pedro Casas, ahí estuvo el lagar del conde y otro frente al cine. Aún tengo la imagen de ver pisar las uvas.

Bibliografía:
Antonio Cifuentes, Inmaculada Cifuentes y tradición oral.

Documentación y textos:
Inmaculada Cifuentes Vaquerizo, Lda. en Geografía.