El jardín de «el palacio».
He sido vecina de Botorrita muchos años, viví mi infancia y mi juventud aquí. Recorrí sus calles, conocí a sus gentes, disfruté de sus fiestas, de sus tradiciones, y me gustaría no olvidar todas esas cosas que han hecho de Botorrita ser lo que es hoy.
He hablado muchas veces con mi padre, Antonio Cifuentes, y me ha contado infinidad de anécdotas que yo no conocía y que a él se las han transmitido durante estos años amigos de Botorrita, también cosas que hemos vivido y que el recuerda mejor. Con estos textos solo pretendo que no caigan en el olvido.
Llegué a Botorrita siendo muy pequeñita, con solo 2 años. Veníamos del pueblo donde nací, Valdanzo en Soria. Mi padre había conseguido plaza de maestro en Botorrita y aterrizamos aquí.
Era 12 de septiembre de 1969, hicimos un viaje muy largo que duró todo el día, las carreteras en aquella época no eran lo que son hoy. Llegamos tardísimo a Botorrita, ya se había hecho de noche. Todas nuestras cosas estaban en el camión de la mudanza y el alcalde, Aurelio Ortilles, se ofreció a acogernos aquella primera noche en su casa. ¡Qué locura! Ellos eran 5 y nosotros éramos una cuadrilla aún mayor.
Un mes antes, durante el verano, mi padre vino a conocer el pueblo, y le sorprendió lo cuidado y bonito que estaba. Y no era para menos. En la primavera de ese año Botorrita participó en un concurso promovido por la Diputación de Zaragoza y ganó el primer premio: el pueblo más bonito de Zaragoza.
Con la participación en este certamen se intentó desde el Ayuntamiento fomentar la limpieza, el embellecimiento y la ornamentación del municipio, haciendo participes a los vecinos. Se buscó mejorar la estética del casco urbano haciendo uso del cuidado de macetas y plantas dándole más colorido a la localidad.
Estaba muy bien engalanado, las casas con macetas de colores en las puertas y ventanas, y muchas colgadas en sus fachadas.
El premio consistió en una parte económica para recuperar alguna zona del pueblo. Y una parte en especie, la Diputación cedió algunos árboles de sus viveros.
Se realizó un gran trabajo de limpieza y desescombro en la zona de «el palacio» y en la escuela de arriba que se había construido unos años antes para dar clase a los chicos, hoy desaparecida, se sacaron 15 remolques de escombros y basura de esa zona. Se realizó mediante “hacenderas», trabajo comunitario, con la colaboración de todos los vecinos del pueblo.
Tras la limpieza, se preparó el terreno y se colocaron piedras blancas de yeso redondas separando zonas de césped, (traídas del «terrero», es habitual encontrar vetas de yeso entre las arcillas de la cantera), haciendo pequeños caminos por dónde pasar, para organizar el jardín. El diseño fue realizado por el maestro del pueblo, mi padre.
También pidió simientes de flores a un vivero de Tortosa. Se anunciaban en «El periódico de Aragón», decían que tenían gran variedad de semillas y que las enviaban a cualquier colegio de España gratuitamente si se pedían, y eso hizo.
Se plantaron árboles: pinos, cipreses, acacias; y también pitas, chumberas y bastante césped. Se sembraron alrededor del césped cientos de esas semillas que enviaron desde Tortosa de gran variedad de flores, con multitud de colores, había muchos claveles chinos, petunias, encajes de la reina… ¡Preciosas!
A su cuidado estaba Juan Antonio Cifuentes, mi abuelo, regaba el césped, lo cortaba, mantenía las flores… A toda la chiquillería nos encantaba caminar, hacer equilibrios por las piedras que hacían de camino, pero se soltaban y Juan Antonio con la azadilla tenía que volverlas a colocar.
Aún quedan en pie algunos ejemplares de aquellos árboles que se plantaron, una acacia y algunos pinos.
Ha cambiado mucho la zona en todos estos años, pero sigue permaneciendo, además de la sombra de esos árboles, las vistas al valle del Huerva y los atardeceres, preciosos en verano.
Bibliografía:
Antonio Cifuentes, Inmaculada Cifuentes y tradición oral.
Documentación y textos:
Inmaculada Cifuentes Vaquerizo, Lda. en Geografía.
Fotografías:
Antonio Cifuentes.